Diócesis de Chiclayo
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ESCUDO DEL OBISPO

En Él todos somos Uno


ESCUDO EPISCOPAL DE MONS. EDINSON EDGARDO FARFÁN CÓRDOVA, O.S.A.


Por: P. Fidel Purisaca Vigil


SIGNIFICADO: MADRE DEL BUEN CONSEJO: Es expresión de la advocación mariana que acompaña y brinda consejo para el buen discernimiento en las decisiones de la misión.

SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO: Es un obispo misionero y patrono del Episcopado Latinoamericano, que murió en Zaña (†1606), testimonio de entrega y servicio para la evangelización de los pueblos.

BÁCULO: Representa el celo pastoral, a ejemplo del Buen Pastor, que conoce y da la vida por sus ovejas.

CORAZÓN, SAGRADAS ESCRITURAS, FLECHA Y LLAMA DE FUEGO: Es el escudo de la Orden de San Agustín, que se pone al servicio de la Iglesia para evangelizar con gratitud y comunión.

CRUZ DE MOTUPE: Es la representación del cariño y la valoración de la piedad popular, vivenciada en el territorio de la diócesis de Chiclayo y en todo el norte del Perú.

LEMA EPISCOPAL: «Servir con gratitud y comunión»


“MADRE DEL BUEN CONSEJO”


Por: P. Fidel Purisaca Vigil

En el escudo episcopal del quinto obispo de la diócesis de Chiclayo, Mons. Edinson Edgardo Farfán Córdova, O.S.A. (n. 21-IX-1974) aparece la Madre del Buen Consejo, venerada especialmente en una ciudad cerca de Roma, Genazzano, conocida como la «pequeña Loreto». Según la tradición, la imagen fue «traída» de Scútari (Albania), dentro de una nube, el 25 de abril de 1467. Nuestra Señora tiene los ojos bajos, «como si estuviera escuchando con intensidad». El Niño Jesús sostiene con su mano izquierda el cuello del vestido de la Virgen. «La expresión en ambos, Madre e Hijo, es de una profunda atención. El Niño Jesús parece que está listo para susurrarle algo a su Madre». Genazzano había sido una villa romana que, al cesar las persecuciones del Imperio, el papa Marcos edificó un templo (336) bajo la protección de Nuestra Señora del Buen Consejo y declaró su fiesta el 25 de abril, fecha en que los ciudadanos solían tener su festividad pagana en honor a la diosa Venus (Flora). Con el paso del tiempo, la ciudad perdió su importancia histórica. En 1356, la Orden de San Agustín recibió el encargo de atender pastoralmente dicha comunidad. Como la devoción había decaído y el templo estaba derruido, una viuda llamada Petruccia destinó sus bienes para levantar un nuevo templo, pero quedó inconcluso porque se terminó el dinero. Petruccia decía que había recibido una revelación particular de la Virgen: que iba a tomar posesión de ese lugar. El sábado 25 de abril de 1467, a eso de las cuatro de la tarde, el pueblo —que se encontraba de fiesta— escuchó una melodía muy agradable. De pronto, vieron una nube blanca luminosa, que bajó hasta el templo en construcción, y —al disiparse— dejó la pintura. En aquel entonces, llegaron Giorgio y De Sclavis, procedentes de Scútari (Albania), y al ver la imagen, afirmaron que era la misma pintura que veneraban ellos en su pueblo desde hacía 200 años; pues, según una tradición, había «descendido del cielo, desde Oriente», y que la habían visto desprenderse de la pared de su iglesia y subir al cielo junto a una nube. Con ello, se cumplía lo que la Virgen les había manifestado: que iría a otro país para escapar de la profanación de los musulmanes. Lo cierto es que, después de pasar cuatro meses, ya habían sido recogidos en el archivo 171 milagros. El papa Paulo II (1417-1471) nombró una comisión para analizar el suceso y la pintura, que se encontraba sobre una delgada capa de estuco de 31 centímetros de ancho por 42.5 centímetros de largo; y de la cual nadie sabía cuándo ni por quién había sido pintada. Como consecuencia de las investigaciones, se llegó a la conclusión de que la imagen correspondía a Nuestra Señora del Buen Consejo, y que esta había sido venerada por siglos en el pequeño pueblo de Scútari. Varios Sucesores de Pedro han acudido a venerarla y a pedir su intercesión, por lo que Nuestra Señora del Buen Consejo es llamada la “Virgen Señora de los Papas”: Pío V le donó un corazón de oro; Urbano VII le pidió que cesara una plaga (1630); Inocencio XI la coronó (1682); Benedicto XIV creó una Cofradía y fue su primer miembro; Pío IX peregrinó en 1964; Pío XII quiso que sea la patrona de su pontificado; León XIII agregó esta advocación en las letanías lauretanas (1903) y declaró su templo una basílica; y san Juan XXIII fue a pedir su protección antes de inaugurar el Concilio Vaticano II; y san Juan Pablo también la visitó antes de ir a Albania en visita apostólica. También los obispos la veneran como Madre Consejera; es así como Mons. Edinson Farfán acude a ella para que le brinde “consejo para el buen discernimiento en las decisiones de la misión” encomendada. La fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo se celebra el día 26 de abril. Esta advocación nos recuerda el consejo que María dio a los servidores que atendían la boda en Caná: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 12.5). Ella es grande –dirá San Agustín– más por «ser discípula de Cristo que por ser madre del mismo Cristo», le dijo siempre que «sí» al querer divino; ella es más feliz «por llevar a Cristo en la mente que por engendrarlo en el vientre» (Sermón 25,7). Mater Boni Consilii, ora pro nobis; Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros.